martes, 4 de octubre de 2011

La industria cultural, dicen Adorno y Horkheimer, es un “sistema de caos cultural”, en el cual los productos culturales se “fabrican” bajo procesos industrializados de producción. En un contexto de urbanización, la civilización de masas convierte a la gente en productores y consumidores; trabajan y se divierten.
Desde la influencia que tiene en ellos el materialismo histórico, consideran a la industria cultural en el contexto de la economía capitalista. Es imposible pensar a la industria cultural separada del capitalismo.
La técnica de la industria cultural, según los autores, es la producción en serie y la igualación. Adorno y Horkheimer afirman que cada vez es más difícil diferenciar un producto de otro, ya que las disimilitudes son solo aparentes; estas diferencias no son profundas ni objetivas.
Las distinciones enfáticas, como aquellas entre films de tipo a y b o entre las historias de semanarios de distinto precio, no están fundadas en la realidad, sino que sirve más bien para clasificar y organizar los consumidores, para adueñarse de ellos sin desperdicio. Para todos hay algo previsto, a fin de que nadie pueda escapar; las diferencias son acuñadas y difundidas artificialmente”.
En este sentido, todo está dividido (más no diferenciado) para incluir a todos los consumidores en la industria cultural. El esquematismo de la producción determina un level para consumir, principalmente en base a la situación económica, y clasifica todo de manera anticipada.
La utilización del cliché es otras de las características fundamentales de la industria cultural. Es decir, la inclusión de elementos repetitivos en la producción cultural; lugares comunes.
“No solo los tipos bailables, divos, soap operas retornan cíclicamente como entidades invariables, sino que el contenido particular del espectáculo, lo que aparentemente cambia, es a su vez deducido de aquellos. Los detalles se tornan fungibles. La breve sucesión de intervalos que ha resultado eficaz en un tema, el fracaso temporario del héroe, que éste acepta deportivamente, los saludables golpes que la hermosa recibe de las robustas manos de galán, los modales rudos de éste con la heredera pervertida; son, como todos los detalles, clichés para emplear a gusto aquí y allá, enteramente definidos cada vez por el papel que desempeñan en el esquema. Confirmar el esquema, mientras lo componen, constituye toda la realidad de los detalles“.
Al respecto, otro componente central: la universalización de lo particular. En ese punto, Adorno y Horkheimer realizan una compleja explicación de lo que sucede con una obra de arte, en torno a la relación de los detalles con el estilo.
En pocas palabras, lo que genera la industria cultural es que lo particular y novedoso se subyugue ante lo universal. Por lo tanto, los productos culturales terminan pareciéndose unos a otros; los detalles se adaptan tanto al esquema, que terminan siendo el esquema mismo y vuelve a los productos repetitivos. “La industria cultural (…) absolutiza la imitación”.
Y esto aplica no solo a los productos culturales sino también a los hombres de la cultura. En síntesis, cualquier artista que intenta diferenciarse, en realidad termina de alguna manera dentro de la industria cultural. Es que ésta no puede darse el lujo de no incluirlo. Volviendo a uno de los primeros conceptos, la industria cultural debe tener productos para todos los consumidores. Su gran logro ha sido que lo anti-sistema se incluya en el sistema, porque de otro modo no tiene futuro.
“La industria cultural puede jactarse de haber actuado con energía y de haber erigido como principio la transposición -a menudo torpe- del arte a la esfera del consumo, de haber liberado al amusement (NdeR: palabra inglesa que significa diversión) de sus ingenuidades más molestas y de haber mejorado la confección de las mercancías. Cuanto más total ha llegado a ser, cuanto más despiadadamente ha obligado a todo outsider a quebrar o entrar en la corporación, tanto más fina se ha vuelto, hasta terminar en una síntesis de Beethoven con el Casino de París”.
Pero todos estos conceptos (estereotipación, mecanización, repetición, cliché, universalización) no tendría sentido sin algo central en la teoría crítica: el amusement. La industria cultural es, ante todo, la industria de la diversión.
Todos aquellos conceptos mencionados solo tienen sentido en un contexto en el cual la industria cultural debe generar necesidades de consumo, para que los hombres sean productivos aún cuando terminan su jornada labora. “El amusementes la prolongación del trabajo (…)”.
Algo importante: esta diversión no puede incluir ningún tipo de esfuerzo intelectual. “El espectador no debe trabajar con su propia cabeza: toda conexión lógica que requiera esfuerzo intelectual es cuidadosamente evitada”.


fuente
http://lacocinadelperiodismo.wordpress.com/2008/12/30/teoria-de-los-medios-de-comunicacion-teoria-critica-e-industria-cultural-28112008/

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